Nothing lasts really. Neither happiness nor despair. Not even life lasts very long. (Brief Encounter, 1945)

jueves, 16 de octubre de 2014

LA IMPACIENTE


Hasta pasado un tiempo, aquella frase de la enfermera que oyó en la sala de espera quedó olvidada. Los acontecimientos posteriores hicieron olvidar los minutos previos. Los minutos banales e insignificantes de una pareja esperando a ser atendida. En una consulta llena de gente, llena de obstetras, con puertas abriéndose y cerrándose. Una tarde de invierno convertida en noche. La mujer observa  a su alrededor,  preocupada porque se está agotando el tiempo de aparcamiento del coche (habría que renovar el ticket), y porque a continuación tienen otra cita. Aquí están porque la mujer tiene un pólipo. Hace mucho calor, por la calefacción. Algunas mujeres se quitan el jersey, o la chaqueta. De repente irrumpe en la sala de espera otra pareja, que se muestra muy impaciente. Tanto es así que vuelven donde la recepcionista para preguntar si el doctor X (sí, el mismo al que están esperando) va a tardar mucho, que tienen prisa, que van a llegar tarde a otra cita. Qué cara, piensa ella, intentan colarse. Y espera que no lo hagan, aunque ha visto que la enfermera ha entrado a la consulta de su doctor. Sería el colmo, piensa, y siente su rabia crecer. La calefacción no ayuda. Entonces sale la enfermera y discretamente se acerca a los recién llegados y les dice en voz muy baja: “El doctor tiene una paciente por delante y va a tardar un buen rato”. La mujer que espera y observa no cae en la cuenta de que ha sido mencionada,  de que es ella quien pasará en un par de minutos y se quedará más tiempo del previsto, quien se sentará ante el ginecólogo y éste le mostrará el resultado del análisis y le dirá que es cáncer, y a continuación le transmitirá un mensaje de calma y confianza y ella sabrá que todo irá bien, y que ha tenido mucha, mucha suerte. 

Beatriz Alonso Aranzábal


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