Nothing lasts really. Neither happiness nor despair. Not even life lasts very long. (Brief Encounter, 1945)

lunes, 22 de marzo de 2010

Cortísimo metraje

Esta mañana me he tropezado (sí, porque lo clavé en el corcho que cuelga de mi despacho) con el texto que María de Miguel escribió sobre el rodaje de "Los aviones no saludan" (2007), y me ha dado tanto gusto reelerlo (¡y recordar!), que lo publico de nuevo aquí completo, también como agradecimiento a todos aquellos que formaron parte del proyecto. Ella fue ayudante de producción, y lo ha seguido siendo en Papiroflexia (gracias, María).

CORTÍSIMO METRAJE (bis)

Nos hemos quedado cortas con las croquetas, me dice Raquel. Y entonces comprendo que ser ayudante de producción no sólo supone buscar bayetas, desmontar estanterías, esconder papeleras o pedir a los transeúntes que no pasen por delante de la cámara. Ser ayudante de producción supone saber calcular las croquetas. Es decir, ser un poco madre. Y si algo necesitaba el equipo de Los aviones no saludan era una madre, o incluso dos; un matriarcado que justificara ese extraño vínculo familiar, aquel que une a varios desconocidos en un utilitario que los lleva a un centro de salud mental de Getafe en pleno día festivo. Aquel que les hace regalar ilusión, talento, habilidades para rodar una historia de esas que, de tan reales, parecen mentira. Por eso no importa madrugar, ni repetir una escena porque del café no salga humo, ni repetirla otra vez porque tanto hemos calentado el café que el actor se ha quemado los dedos. Lo que importa es avanzar. Avanzar hasta que una voz nos mire a todos —hay voces que miran, lo mismo que hay ojos que hablan bajito— y nos diga Vale, me gusta.

Y ahora toca desplazarse a la siguiente localización, decidir con qué pliegues caerá la toalla naranja, de qué lado hará la luz que unas lágrimas lo llenen todo de sombra. Se ensayará la posición de los actores, la situación de la jirafa, los gestos recogidos en plano y contraplano. Se oirán frases en voz alta y otras, vitales, entre susurros. Alguien pedirá una bombilla, un trapo, silencio. Se encenderá un piloto que nos tendrá en vilo, no tanto por lo que atrape el visor sino por lo que quede fuera de sus márgenes (latidos, tobillos, recuerdos). Y con una nueva orden olvidaremos lo real hasta pasar la página del guión como la pasan los niños: sabiendo que algún día volveremos a ella.

MARÍA DE MIGUEL