Nothing lasts really. Neither happiness nor despair. Not even life lasts very long. (Brief Encounter, 1945)

domingo, 14 de septiembre de 2014

Homenaje a Juan Miguel Lamet


Cuando resulté finalista en el concurso de la revista Fotogramas y Renfe de guiones de cortometraje, sin haber aprendido cómo se escribe un guión, me atreví a dar el paso de matricularme en un curso intensivo de Escritura de Guión en la Escuela de Cine de Madrid (ECAM) de dos semanas en el año 2000. Este curso marcó un cambio en mi trayectoria personal y me dio la confianza para abordar aventuras inimaginables, como hacer cine. El causante fue el profesor que lo impartió, Juan Miguel Lamet, que nos ha dejado en este agosto de 2014 a la edad de 80 años. 

El primer día de clase nos preguntó a la docena de alumnos que éramos, quién quería ser director de cine. Recuerdo que me chocó la pregunta, para mí era una idea tan remota que jamás había pasado por mi imaginación (y eso que es grande). Éramos algo más de una docena de alumnos, de los cuales cuatro mujeres y de distinta procedencia: una abogada (Eva Nuño), una publicista (Assumpta García Mas), una periodista (Charo Nogueira) y yo, psicóloga. Los chicos, en cambio, creo recordar que eran todos más jóvenes. Nosotras nos hicimos amigas, muy amigas. Y emprendimos la aventura de escribir un guión de largometraje (“Cara bonita”) y luego rodamos un corto “Anatomía patológica” (2003), que ganó un premio y que se puede ver en Youtube (más información en mi web Cartas SinSellos).

Como ocurre en todos los sitios donde se imparten clases, los alumnos tienden a sentarse siempre en el mismo sitio y así hacíamos en su clase. Una mañana yo dije (siempre dispuesta a innovar), ¿por qué no cambiamos de sitios? Y cuando llegó Lamet se quedó totalmente desconcertado, y preguntó a qué se debía ese jaleo. Desde entonces entiendo que este comportamiento humano facilita al profesor el ubicar a sus alumnos.

En seguida nos puso a escribir relatos. Como ejemplo nos sacó el libro de Cesare Zavattini que, oh sorpresa, había prologado mi padre Jose manuel Alonso Ibarrola (“Milagro en Milán y otros relatos”, Ed. Fundamentos 1983). De repente en esa clase confluía el cine italiano, la devoción de mi padre por el célebre escritor y guionista, los relatos breves, y toda esa mezcla que me resultaba tan familiar sirvió de base para empezar a saber contar bien una historia, y a ponerle la  guinda, como recalcó Lamet. Y aunque una lección es que en el guión de cine no cabe la literatura, antes de escribirlo es necesario saber escribir un buen relato: saber narrar, dónde empezar, y cómo cerrar una historia. Aprendí que hay que ser capaces de contar una película oralmente, y luego reducirla a unas cuantas frases escritas (o sea, hacer una buena sinopsis).


También aprendí algo importante para los personajes de un guión, extensible a nuestra vida. Lamet explicó que al protagonista no deben pasarle cosas, sino que debe actuar, avanzar, moverse. Es decir: el protagonista no debe ser reactivo (actuando a medida que le pasan cosas) sino que debe actuar: decide dar pasos, no esperar a los acontecimientos. Esta idea me vino muy bien para darme cuenta de que en la vida no se puede “esperar” a que nos ocurra algo interesante, sino que hay que ir activamente a buscarlo. Y asi trato de hacerlo desde entonces.

Después del curso, como he dicho de sólo 15 días, mantuve el contacto con él a través de algunas visitas y de la correspondencia postal. Cada vez que le llevaba textos, guiones o cortometrajes  me contestaba amablemente después con su elegante caligrafía y me daba su opinión, señalándome en qué podía mejorar y siempre con ánimos para que continuara. Algunos extractos:

(Sobre mi primer cortometraje documental) 
“Recibí tu “Voy para contento”, lo vi con mucho gusto y espero pode pasarlo, con tu permiso, en clase. Has aprendido un montón. El corto se ve muy bien y seguro que entrarás con él en la rueda de certámenes y festivales que te darán nuevas satisfacciones”. 
(1 de enero de 2006).

(Sobre mis relatos y microrrelatos) 
“Leí tus textos. Me recordaron a Ennio Flaiano, a Cesare Zavattini y, claro, a tu padre. Tienen ese toque melancólico de los poemas de Tonino Guerra, otro italiano. Me encantó “Una postura incómoda” porque parece una idea a lo J. J. Millás cuyos minicuentos admiro. Ni borracho se ocurriría tirarlos. Son como son. Lo haces bien y deberías repetir con otro “corto”.
(15 de junio de 2006).

(Sobre “Los aviones no saludan”) 
“Salvo el título, que me parece demasiado explícito, todo lo demás me ha encantado, en especial la dirección de actores y el inquietante Modigliani. Has progresado muchísimo. Deberías probar ya con un metraje de más duración”.
(26 de diciembre de 2007).

(Sobre el guión de “Papiroflexia”) 
“Recibí el guión de tu próximo corto, lo leí en el acto… y me encantó. Ahora he vuelto a releerlo y me ha gustado de nuevo. No sé por qué en ambas ocasiones me he imaginado una pequeña librería de N. York. Quizás influencia de W. Allen o de aquella preciosa librería en blanco y negro de “El sueño eterno”. Voy a hacerte un par de sugerencias”.
(10 de marzo de 2008).

(Sobre el cortometraje “Papiroflexia”) 
“Me ha parecido un buen trabajo, has avanzado mucho. Pero voy a hacer algunas observaciones: 
- Parece que está rodado precipitadamente (…)
 Echo de menos algún diálogo convencional …)
Dicho lo cual, el corto es bonito e inusual.
Imagino cuánto habrás luchado para que yo ahora te ponga pegas. No me malinterpretes. Trabajas con ideas tan sutiles que no tengo más remedio que pedirte un poco más. Discúlpame.
Escribe un largo. Y no te desanimes. Esto es así, una ducha escocesa; se pasa de la autoafirmación al desamparo. Pero tú sigue. Cuando tengas unos folios me los mandas. Los leeré con lupa y avanzarás”.
(30 de junio de 2009).

La correspondencia se interrumpe aquí porque desde entonces hasta el presente me dejé absorber tanto por el trabajo y las nuevas responsabilidades que el cine quedó al margen. Error que estoy subsanando con la producción de un documental que está en fase de montaje. Lo que más siento es que no podré contar de nuevo con las sugerencias y comentarios sinceros de Lamet, y sus mensajes de ánimo. Que descanse en paz, apreciado y querido maestro.



“En aquella España miserable, atroz, enlutada y triste como madre o viuda o  hermana de millares de muertos, ir al cine era como soñar que se vuela, una liberación, un gozo infinito, un alivio del alma, un éxtasis, una embriaguez, un orgasmo de hora y media si yo hubiese sabido entonces lo que era un orgasmo” (extraído del capítulo “Mirando hacia atrás con ira” del libro “El cine y la memoria”, Editorial Nickel Odeon 1996).

Beatriz Alonso Aranzábal, agosto 2014