Ayer lunes mencionaron mi libro en el programa La Ventana de la Cadena Ser (Carles Francino), dentro del espacio dedicado al concurso Relatos en Cadena, en el que fui finalista dos veces. El escritor Benjamín Prado leyó "Políticamente correcto". Podéis escucharlo en este enlace de la Editorial Nazarí.
En el fin de semana, un amigo de la adolescencia (tocaba en el grupo La Fundación, yo en Los Monaguillosh) que ahora es poeta, hizo una reseña en el Facebook. Con su permiso, la copio en este blog. Gracias César Cortijo.
Beatriz acaba de publicar este
álbum de microrrelatos, narraciones de una página, donde borda a veces el
género de moda.
Cuando recuperé la amistad
angulosa de Beatriz - hace tres años - yo que no estaba al cabo de este
panorama, enseguida lo emparenté con Ramón Gómez de la Serna, tal vez
equivocadamente, pues aquí no hay un humor liberador de un tiempo viejo como en
los años 20.
El libro de Beatriz rezuma
insatisfacción, que también es un buen punto de partida.
Sostiene mi escritora que la
gente no cambiamos - aunque ella sí - salvo en esa insatisfacción o
inconformismo que todavía nos mueve.
En los años 80 cuando nos
conocimos, Beatriz era punk. El país era muy parecido a Rumanía, todavía en
blanco y negro, mientras algunos jóvenes pretendíamos llevar color al metro con
unos calcetines rosas en medio de una gran vía cutre. Tocaba el órgano con un
dedo como si fumara en un grupo serie b, como el mío sabiendo que aquello
duraría poco. Se estaba preparando para su profesión de psicólogo (es directora
de un centro de reinserción de enfermos mentales) y nunca imaginé que iba a
escribir tan bien como su padre.
Dice la prologuista Isabel
González con acierto que la escritura de BAAL se debate entre el hecho y la
ensoñación. En efecto, estas píldoras literarias, como canciones, levantan en
su brevedad, más que un mundo, una actitud. Y eso en nuestra juventud lo era
todo.
Son relatos necesarios para
revivir, como si la literatura fuese una cuestión de salud; y como en Las
Bostonianas, los personajes de Beatriz que transitan estas páginas del spleen
de Madrid, están ahí mudos para no decir más. Detenidos en las escenas sin
signo moral, en su brevedad.
Nada hay más elegante que dar
lecciones de moral sin una moralidad explícita. Pero yo sí me voy a poner moral
con Séneca:
"El tiempo que tenemos no es
corto; pero perdiendo mucho de él, hacemos que lo sea, y la vida es
suficientemente larga para ejecutar en ella cosas grandes, si la empleáremos
bien. Pero al que se le pasa en ocio y en deleites, y no la ocupa en loables
ejercicios, cuando le llega el último trance, conocemos que se le fue sin que
él haya entendido que caminaba. "
Y eso sería todo por ahora.
"Cuando recorro un sendero,
las pisadas solo dejan huella en mí y no en la tierra" escribe Beatriz en
uno de sus relatos.
¿Es útil este libro hoy, en estos
tiempos sin ética? Para mí, como escritor también oscuro, sí lo ha sido, por su
palabra honesta. Para otros lectores puede resultar honesto al menos, como
todos los ejercicios de la modernidad, que saben que vivir es después de leer,
y no antes, y ahí está la insatisfacción. No hay escapatoria.
Siempre animé a Beatriz a la
novela tras esto, pero tal vez esté transitando al silencio, como todos.
Editorial Nazarí, Granada, 2014