Nothing lasts really. Neither happiness nor despair. Not even life lasts very long. (Brief Encounter, 1945)

miércoles, 14 de diciembre de 2011

PARA LLEGAR A CARIÑO SE PASA POR CARANTOÑA (extracto de escapada a Galicia)

Después de dejar atrás un Bierzo envuelto en nieblas, llegamos al extremo noroeste de la península, haciendo un alto en Pontedeume, donde la lluvia entorpeció el paseo por el casco histórico en el que apenas había una o dos personas por bar, un viernes sobre las catorce treinta. Inútil buscar tapas marineras, sólo chorizo, zorza, huevos, chistorra. Por la tarde, en Cedeira, el viento empujaba las nubes, abría claros, y cabía la esperanza de que aun se pudiera hacer una excursión antes de cenar. Salimos en dirección a San Andres de Teixido, lugar de peregrinaje asociado al dicho “vai de morto quen non foi de vivo”, pero cada vez estaba más oscuro, había que serpentear por la montaña (A Capelada) para llegar al mar y durante unos instantes, precisamente cuando la niebla nos envolvía, pensé en volver atrás. Frenamos en seco ante dos vacas y un ternero, que nos miraron impasibles desde el medio de la carretera. Por fin, un letrero nos recondujo por el camino correcto y llegamos a la aldea, ya casi de noche, a un aparcamiento de autobuses vacío en el que un hombre vendía miel. Se notaba que era un lugar atractivo para el turismo, pues todavía quedaban tenderetes de recuerdos de Galicia, agitados por el viento que soplaba cada vez más fuerte. Pero la aldea estaba vacía, solo  un par de parejas recorrían el camino hasta el santuario, que visitamos por dentro. Todo oscuro y con el rumor del oleaje batiendo por debajo, el ambiente me hacía canturrear la canción de Annabel Lee de Radio Futura, sobre el poema de Poe: “Hace muchos años en un reino junto al mar...”, quizás influida también por la visión del cementerio iluminado muy próximo al santuario. La oscuridad y las nubes iban dejando paso a la luz de la luna, que por su intensidad intuí que estaría, y estaba, llena. De regreso a Cedeira tomamos el camino correcto, y una vez allí, en una tasca disfrutamos de caldo gallego, camarones y xoubas. Pensé que había sido una excursión fallida, porque se adivinaba un mirador precioso si hubiera lucido el sol. Aunque quizás habría habido muchos turistas, que distraen de la contemplación. Lo que me perdí fue una placa, colocada hace dos años en aquel lugar, en conmemoración del actor Leslie Howard (la “obsesión” de Escarlata O’Hara), que viajaba en un avión DC-3 abatido por los alemanes durante la 2ª Guerra Mundial, más precisamente el 1 de junio de 1943, según revela el libro “El vuelo del Ibis” (José Rey Ximena, 2008). El actor viajaba en misión diplomática, “tras cumplir una misión secreta en Madrid”, desde Lisboa a Gran Bretaña, pero cayó por esos acantilados.  Casualmente, la tarde anterior al viaje emitieron en televisión “Lo que el viento se llevó”, sin anuncios.
Pontedeume

Cedeira, la mañana siguiente

4 comentarios:

Arte Pun dijo...

Me ha encantado tu relato. Brillante la narración, con su dosis de ternura, también emoción, y abriéndonos los ojos para contemplar no sólo lo que se ve.
¿Hay más?.

Gracias y felicidades. Un abrazo.

Roxie girl dijo...

No había leído tu relato de viaje Bea, la verdad es que me quedo con ganas de más...podría haber segunda parte?

Baci

Roxie

Beatriz AA dijo...

Siempre están pasando cosas... te pones a contar unas cuantas horas y descubres lo que dan de sí...

Gracias por vuestra lectura. Bss

Ana dijo...

Beatriz, tu relato me ha transportado. He sentido la lluvia, la falta de turistas y cuando he terminado de leer, ¡click! Me he despertado.
Felices Fiestas