“Y restos de lágrimas en las mejillas”, anotó el ayudante del
forense, cerrando la libreta. “¡No hemos terminado!”, le espetó su jefe,
“nos queda examinar el reguero”. Acercando una enorme lente al rostro de la
difunta, prosiguió: “Hay que examinar la velocidad y el ritmo con que cada
lágrima rodó, si salieron a raudales y se detuvieron pronto, o si asomaron
débiles y avanzaron despacio. Luego hay que analizar el poso dejado, su grado
de salinidad, y por último el tipo de trayectoria: recta o en zigzag”. El joven
se abstuvo de hacer preguntas. El doctor era una eminencia, pero tenía un genio
endiablado.
Beatriz Alonso Aranzábal
La frase de inicio del concurso Relatos en Cadena de esta semana era "Y restos de lágrimas en las mejillas". A partir de ahí máximo 100 palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario