SALOMONA
La suerte estaba en el aire. Las dos empleadas se miraron. Siempre fueron buenas colegas. El día anterior la jefa les había comunicado que tenía un premio (único e indivisible) para otorgar, y que tomaría una decisión sobre cuál de las dos lo recibiría. Esa noche la jefa consultó con la almohada tras analizar y sopesar la trayectoria y el compromiso de ambas, que estaban casi a la par. Casi. Por la mañana, al comunicarles su decisión, la perdedora protestó argumentando que habría sido mucho mejor método echarlo a suertes.
Su compañera calló.
La jefa cedió.
La moneda voló.
Ninguna ganó.
(Beatriz Alonso Aranzábal, "Demuestre que es humano, me dijo una máquina", Libros del Aire 2022)
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