Coincidieron en un comedor
social, ambas tenían la misma edad y el mismo aspecto desaliñado. Florencia
sufría un trastorno de sus impulsos, rompía cristales, se hacía profundos
cortes en su antebrazo, bebía hasta la extenuación. Sus padres no la querían.
Rosaura había pasado una
depresión en la cama, mientras su marido invitaba a las vecinas a ver películas
con él en el salón. Cuando éste la expulsó de casa, tampoco su madre le dio
cobijo.
El día que se conocieron
encontraron una paz desconocida. Decidieron alquilar una habitación en una
pensión barata, y aunque Rosaura estaba acostumbrada a mendigar, Florencia la
convenció de que buscaran empleo limpiando casas. Por las mañanas, en el bar,
se tomaban un café con churros antes de ir a trabajar. Por las noches tejían
juntas una manta de patchwork, y en cada retal cosían un fragmento de su
pasado.
Cuando Florencia cumplió
cuarenta años fue a casa de sus padres con una tarta. No hubo besos. Esa noche,
en la pensión, se tragó un envase completo de pastillas para la bronquitis.
Cuando al despertar Rosaura llamó a una ambulancia, ya era tarde. No lloró. La
trabajadora social que conocía su situación valoró su gran entereza.
Tras el entierro se dirigió a
casa de su madre, que le admitió a cambio de dinero. Cinco días después,
Rosaura repitió el mismo gesto que su amiga Florencia. La manta ya estaba
acabada.
Beatriz Alonso Aranzábal
Este microrrelato lo escribí hace varios años, está inspirado en hechos reales. La colcha de la foto fue realizada en el taller AGUJA Y TIJERA de Navalmoral de la Mata.
8 comentarios:
Me encanta la idea de la confección de una colcha con pedazos de tela como símbolo de la amistad. Muchas veces he fantaseado con la idea de pasarme largas horas charlando y cosiendo un patchwork con un grupo de amigos. Un acogedor paraíso doméstico, del que las protagonistas de tu relato pudieron disfrutar a pesar de sus terribles circunstancias.Impresiona lo que cuentas, te felicito.
Creí que su colcha les iba a cambiar la vida, pero no. Tejieron para no tener desordenados sus recuerdos, y no pudieron con ellos. Muchas veces hay que romper con todo, de raíz, total, qué más da si todo se considera perdido, es cuestión de darse una segunda oportunidad.
Gracias por el relato. Abrazos
Gracias por vuestros comentarios, un beso Monse, Jose Luis.
Bea , no soy Montse, Monserrat es mi apellido.Soy Paz, la de la libretita de Alicia igualita a la tuya ;-)
Besos!
Disculpa, me confundo a veces porque Monserrat lo veo siempre como nombre y no como apellido, ¡pero ya sabía que eras tú! (Y además sale tu foto) besos
Perdonadísima! cuando seamos más viejitas tenemos que reencontrarnos y hacer juntas un curso de patchwork, eh?
...pero sin acabar como Rosaura y Florencia o Thelma y Louise, ¡¡¡nosotras con algún nietecillo! Hablando de nietos, dale recuerdos a Meyr, que me he ido de Facebook así, de repente
Por supuesto , con un montón de nietecitos. Yo seré la abuelita Paz.
Ya le he dado tus recuerdos a Guillermo,¿te has hartado del feis?
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