Nothing lasts really. Neither happiness nor despair. Not even life lasts very long. (Brief Encounter, 1945)

domingo, 1 de diciembre de 2019

BARRA LIBRE

Hace un año, tras atravesar un pinar entreverado de arena fina, desemboqué en una paradisíaca playa nudista. Mar azul turquesa, agua limpia y cristalina, y al fondo el océano Atlántico. Era la primera vez que me desprendía de la parte de abajo del bikini y me bañaba cual eva al desnudo. La playa, a mediados de septiembre y por la mañana, estaba casi vacía. Decidimos repetir este año, y tras recorrer 600 kms aparecimos por alli con la marea alta y una concentración de gente inimaginable. Había una jarana que parecía una playa de Cádiz, pero en pelotas. No podíamos, por tanto, abstraernos y pensar en la naturaleza virgen y otras lindezas asociadas a un entorno natural y protegido. No. El público era mayoritariamente de cuarenta años para arriba. A mi derecha un grupo de amigos o conocidos, incluida una mujer, estaban comentando en voz alta asuntos personales y mundiales. A mi izquierda recién había llegado una pareja, él parecia Sergio el de Estíbaliz entrado en años, ella más joven, alta y espigada. Entonces se nos acercó un señor que estaba cerca con su mujer y su nieto, recogiendo firmas porque: los yates cada vez fondean más pegados a la playa (había un montón haciendo barrera), porque no hay socorrista ni puesto de socorro, porque aunque esté prohibido algunas personas pasean a sus perros en la orilla. En particular un tipo con pitbull al que, cuando se le llamó la atención, amenazó con pegarles un tiro en el aparcamiento. De repente, "Estibaliz", que había vuelto de bañarse, se había puesto la parte de abajo y hacía gestos de dolor mientras se tocaba el pie. Su compañero, el de la coleta gris, no estaba. Rápidamente se levantó otro hombre y le dijo, con acierto, que pudo ser la picadura de una faneca. Ella tenía un dolor insoportable, agitaba las manos y las muñecas, apretaba los labios, y el hombre, en cuclillas y con su badajo colgando, le hizo la primera cura y además, amablemente, le dijo que se quedara con la pomada que le había aplicado. No fue suficiente, y empezó a caminar en círculos sobre sus toallas. La pobre tenía un auténtico baile de San Vito. Entonces se acercó otro de los bañistas (o nudistas) y le dijo que si quería podía tratar de ayudarla con las energías, que él trabajaba con las energías, y que a él le funcionó con la picadura de una avispa. Llevaba en la mano un mando o un móvil (o un rayo láser, vaya usted a saber). Ella dijo que no con la cabeza, y siguió con el baile apache. Parece ser que el veneno de la faneca te deja mucho tiempo fuera de combate. Cuando parecía que las aguas se calmaban, apareció el tipo del pitbull, mirando desafiante al tendido. Su perro iba en bolas también. Aquello era un no parar. Así que me metí en el agua mirando hacia las islas Cíes. Estaba muy fría, pero había que relajar.

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